Tu cuerpo, tu espacio, tu territorio, tu herramienta para conectar contigo
- Bodyfullness
- 24 feb 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 6 mar 2023

En nuestro día a día vivimos rodeados de estímulos: trabajo, familia, amigos. Si a eso le sumamos los distintos roles que debemos cumplir a lo largo del día, es casi imposible no sentir que pasamos de una cosa a otra, sin poder parar siquiera un momento.
Llegamos al final de la jornada agotados. Esperamos ganarle a todo lo que toca en el día y, en la mayoría de los casos, reaccionamos a casi todo en piloto automático. Si nos preguntamos ‘qué hice hoy por mí’, ¿cuál sería la respuesta? Quizá muy poco o incluso nada. Pensamos que mañana será otro día. Que mañana es otra oportunidad de hacer esas cosas y dedicarnos ese tiempo que no invertimos en nosotros hoy. Pero, si no hacemos cambios ahora, probablemente mañana terminará igual. Y así es como entramos en un loop del que sentimos que no vamos a lograr salir.
Gestionar nuestra vida desde esa posición de vivir en automático nos lleva a un desgaste físico, mental, energético y emocional. Nos hace sentir cansados, ansiosos, abrumados. Olvidamos el goce, el regaloneo y el disfrute. Porque estamos siempre postergándolos para más adelante. Para ‘cuando pueda’. Nos acostumbramos a vivir priorizando y satisfaciendo a otras personas y, de esta forma, vamos anulando nuestras propias necesidades y deseos. Nos olvidamos de vernos a nosotros mismos como prioridad.
Priorizarnos no tiene que ver con no darle importancia a los demás. O con que, en ocasiones, sí decidamos poner por delante el bienestar de otros, como los hijos, la pareja, la familia o los amigos. Priorizarnos tampoco es egoísmo. Tiene que ver con valorarnos y querernos. Porque desde el autocuidado podremos aportar más a una relación queriendo y entendiendo más a las personas. Nos permite ser más compasivos con los demás, porque es algo que he hecho primero conmigo. Me he cuidado para poder cuidar a otros. Estoy sana y feliz para poder compartir eso con los demás. Primero debo experimentarlo conmigo, aprenderlo en mí.
¿Cómo lidiar con nuestras responsabilidades y la rutina de un modo más sano? Manteniendo un espacio propio. Tiempo dedicado a uno mismo, para escucharnos. Un momento en el que nosotros somos la prioridad y en el que el objetivo es conectar con quien somos y qué necesitamos. Darnos espacio para mirarnos y reconocernos centrados en el aquí y ahora. El espacio propio implica goce y descanso, porque es una instancia para hacer eso que nos gusta. Esas actividades que, sabemos, nos llenan de energía.
A veces, de forma casi intuitiva, reconocemos la necesidad de espacio y tomamos la decisión de generar cambios. Pero muchos no saben cómo empezar. Confundimos el pedir espacio con egoísmo cuando, en realidad, el territorio es una necesidad humana y el cuerpo es la herramienta que nos permite conectar con nosotros mismos y esas necesidades. Si entendemos que los humanos somos mamíferos, es más fácil comprender la importancia del territorio y de respetar sus límites. Este espacio propio es el único lugar donde el individuo va a encontrar seguridad, protección y alimento. Pero no solo el terreno a través del cual transitamos es un territorio. Nuestro cuerpo físico, es el primer territorio que habitamos como seres humanos. Y desde ese espacio propio podemos experimentar, movernos y explorar. Solo nosotros podemos reconocer lo que sentimos y lo que puede ayudarnos en cada momento. Poder jugar con ensayo y error, combinando y valorando posibilidades hasta encontrar nuestra propia receta, es algo que solo podemos lograr habitando el propio cuerpo, que es nuestro territorio. Porque somos únicos y así será también nuestra receta mágica y original.
Pero desde nuestra experiencia, y como ocurre para muchas personas, no siempre ha sido natural dar espacio al cuerpo para que se exprese y escucharlo. Ambas —Eugenia y Bárbara— tenemos un camino similar en cuanto al no prestarle atención y vivir con una mente hiperactiva que, casi de manera literal, puede convertirse en tu peor enemigo. Para las dos fueron necesarios los momentos de quiebre, esas instancias que pusieron al límite nuestra capacidad de resiliencia y que nos llevaron a descubrir el potencial sanador del cuerpo y del espacio que nos otorga.
Incluso como instructoras y practicantes de yoga, y con una vida deportiva activa, nos dimos cuenta de que no estábamos necesariamente conectadas con nosotras mismas. Llevar una clase no implica que en la vida personal todo esté perfecto. Igual que a muchos, vimos cómo finalmente estábamos casi todo el tiempo en una especie de limbo. Pero también entendimos que, si volvemos a poner la atención en nosotros mismos, a sentir el cuerpo, volvemos a conectarnos.
Esa conexión es importante porque intuitivamente sabemos que el cuerpo nos mueve no solo físicamente, sino que también en un plano emocional. Si el cuerpo se siente bien, nos predispone a estar bien. Sabemos que el cuerpo es una herramienta, que no es rígido. Entendemos que lo que hemos aprendido, también lo podemos desaprender. Te das cuenta de que puedes hacer lo mismo que hacías antes, pero puedes hacerlo disfrutando.
Para disfrutar necesitamos cuidarnos, escuchar lo que necesitamos y darnos un espacio. Un espacio que permita recargarnos de energía, que nos ayude a calmar nuestra mente para poder pensar con claridad y transitar nuestras emociones, y así poder ver con una perspectiva más amplia. Porque, en parte, nuestra experiencia depende de nuestra perspectiva, y ¿cuál será nuestra forma de ver las cosas si estamos siempre agotados, sin energía y sin tiempo? Probablemente, empecemos viendo el día nublado sin haber salido todavía de la casa. Por eso el tiempo que nos damos es realmente una inversión no solo en nosotros mismos, sino también en quienes tenemos cerca.
Algunas ideas para conectar con nosotros mismos durante un día son establecer pequeñas ventanas de 5, 10 o 15 minutos entre una actividad y otra y, tal como si fuese una cita o una reunión, destinarlos a generar un espacio propio sin interrupciones y sin excusas. En esos momentos se pueden realizar algunos ejercicios como respiraciones de forma consciente o simplemente mover alguna parte del cuerpo que sienta tensión para reconectarnos con nosotros. Y pregúntate: ¿cómo me siento? ¿Cómo noto mi cuerpo? ¿Siento alguna emoción? ¿Qué emoción predomina? ¿Algo me molesta? Intenta responder, sin juzgar. Es una forma de volver al presente, es una forma de volver a habitarte. Es una forma de volver y ocupar tu espacio propio.
Organízate para poder realizar aquello que te gusta, que te hace bien. Tiempo hay. Pero es necesario dar espacio a lo importante y crear tu espacio propio para lo que necesites.
Tips para explorar
Apunta tus rutinas cotidianas y marca algunas ventanas en los horarios que vas a reservar para ti (5, 10, 15 mins o más), como si te comprometieras a una reunión importante en esos momentos.
Dale espacio a tu cuerpo para moverse, para ejercitarte, para sentirlo. De esa forma tu energía se mueve y se transforma.
Date espacios de pausa para ser consciente de tu respiración y llevar tu atención a tí, muchos lo llaman meditar.
Y pregúntate ¿cómo te sientes? ¿Cómo noto mi cuerpo? ¿Siento alguna emoción? ¿Qué emoción predomina? ¿Algo me molesta?. Intenta responder sin juzgar. Es una forma de volver al presente, de volver a habitarte, de volver y ocupar tu espacio propio.
Comments